El blog de Pentación
Facebook Twitter YouTube Instagram
03/03/2023

Las guerras de nuestros antepasados: Entrevista a Claudio Tolcachir

Hasta el 2 de abril de 2023

«Siento que las obras tienen una idea muy clara de lo que quieren transmitir o producir, eso las vuelve manipuladoras y simples»

Claudio Tolcachir

El Apuntador: ¿Cómo te enfrentas en un inicio al texto de Delibes?

Claudio Tolcachir: Era un desafío al principio leerla, porque tiene una naturaleza literaria: los relatos, las historias… Pero a medida que la leía y la volvía a leer,  esas imágenes y esas historias se iban volviendo más emocionantes, y tenían que ver conmigo. Empezaba a imaginarme estos personajes. Fue un trabajo de ir transformando este texto literario en imágenes verdaderas y de empezar a pensar cómo construir una red para que esto no fueran relatos, sino que fueran parte de una trama de acción.

Tenemos dos personajes, los dos tienen que querer comunicarse, ocultarse, convencerse, alejarse… Y ahí nos sirvió un poco la idea de un thriller. Este detective en el que se transforma el Doctor Burgueño, que va persiguiendo, acorralando, permitiendo, seduciendo al otro personaje, que se deja ver y se oculta. 

Al principio la leía con mucha inquietud, no sabía cómo se podía hacer. Creo que esa fue una de las razones por las cuales me sentía atraído por la obra, porque no tenía ni idea de cómo se hacía una obra así.

E.A: ¿Qué querías transmitir al dirigir esta obra?

C.T: En general no tengo claro lo que quiero transmitir, ni siquiera tengo claro que quiera transmitir algo, al contrario. Siento que las obras tienen una idea muy clara de lo que quieren transmitir o producir, una emoción en particular, pero siento que eso las vuelve manipuladoras y muy simples.  A mí lo que me gusta como director, y también como asistente y como espectador,  es que se produzcan hechos vivos, contradictorios, difíciles de definir; y que, al asistir, sientas a la vez ternura, incomodidad, atracción, complicidad, incomodidad… Todo eso junto.

Adoro cuando, después de una función, a unos les pareció graciosa, a otros les pareció tremenda, a otros les pareció trágica; y vieron la misma obra. Yo intento que sea vivo. Que sea contradictorio. Que tenga fuerza, y que cada espectador pueda hacer una lectura personal y privada de lo que está sucediendo ahí.

E.A: ¿Qué te ha ayudado a la hora de componer la dirección de esta obra?

C.T: Al principio hubo algo que me conmovió en el hablar de Pacífico. Encontraba a mis abuelos y eso me colocó en un pueblo, me colocó en un espacio. Por otra parte, fundamentalmente los actores. Para mí, ellos son todo, siempre. Son los cómplices. Realmente no sabíamos qué forma iba a tomar, pero sí sabíamos que teníamos que activar cada segundo, tenían que existir fuerzas que chocaran… Los actores son el instrumento fundamental con el cual componer… Sus cuerpos, sus silencios, sus energías y, por supuesto, un equipo artístico maravilloso.

E.A: ¿Qué crees que hace que esta obra siga siendo actual?

C.T: Creo que en mayor o menor medida todos nos reconocemos en ese chico. Nos reconocemos en esa infancia. Entendemos lo que pasa y todo lo que cuenta. Pero contado con una poesía y con una particularidad muy bella.

En este caso creo que hay dos cuerpos muy potentes en el escenario: la escucha y la estrategia. Carmelo es capaz de crear delante de nuestros ojos como si fuera un mago espacios, olores, sonidos, personas… Sin duda nada de esto sería lo mismo si estos actores no fueran ellos. 

El talento y el nivel actoral marca una diferencia enorme que atraviesa las épocas, que atraviesa lo teatral, y que se convierte en una ceremonia viva. Pasa tan poco que cuando el espectador asiste a una ceremonia viva, porque el teatro es bueno, hay que aprovechar. 

E.A: ¿Qué parte de ti dejas en esta obra? 

C.T: Pienso que la obra es como un viaje al núcleo de una persona. Un chico solo frente al mundo, intentando ser un hombre, intentando ser fuerte, sintiéndose equivocado, sintiéndose desplazado, deshubicado. Todo ese atropello de acciones que termina haciendo para formar parte de la sociedad.

Yo siento que ese fue mi punto de unión con esta obra. Una oportunidad de atravesar ciertos prejuicios. Intentábamos nunca olvidarnos de que estábamos en una cárcel, y de qué estábamos hablando de un asesino. Y sin embargo, que uno pudiera empatizar y entender qué le puede pasar ahí. Además de enojarse, revelarse, sentir que no se le entiende. Alejarse y acercarse de ese personaje.

Ha sido una linda oportunidad personal de poder agarrar un ser y tratar de darle dimensiones. Que fuera una gran visita de todos nosotros a conocer quién era, y sobre todo eso, la dificultad de vivir. 

Las guerras de nuestros antepasados

Diseño gráfico: David Sueiro  |  Desarrollo: Axel Kacelnik