Así comienza Aquiles, versión dramatizada de los hechos fundamentales narrados en la Ilíada, el más antiguo de los poemas épicos de la literatura occidental. Los Dioses son aquí presencias lejanas y la sangre y la batalla un telón de fondo sobre el que asistiremos al despliegue de la conciencia del héroe. Veremos como el caudillo griego Agamenón humilla a Aquiles al arrebatarle a Briseida, su esclava favorita, y cómo Aquiles renuncia a la lucha, dejando a sus compañeros a los pies de una derrota segura ante las fuerzas troyanas. Cuando su íntimo Patroclo sea asesinado por Héctor, el caudillo troyano, Aquiles volverá a tomar las armas para enfrentarse en duelo a Héctor. Del dolor por la muerte de su amigo surge un Aquiles vengativo y cruel, que sólo busca la muerte de Héctor y la profanación de su cadáver. Pero cuando Príamo, el padre de Héctor, se presenta ante él y le pide que le entregue el cadáver de su hijo para darle sepultura, Aquiles encuentra el rastro de compasión que necesita. Surge entonces un Aquiles humano, capaz de entender a su enemigo y aceptarse a sí mismo.
Este es el trayecto que propone Aquiles: de la rueda de violencia y venganza que sólo genera más violencia, a la aparición de la compasión que funda un espacio de entendimiento.
José Pascual
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Prensa
La humanización de Aquiles a través de un magistral Toni Cantó
Redacción, EFE, 28/07/2016
Esta noche, Aquiles, interpretado por un Toni Cantó excelso, ha pasado de no querer ver que la violencia genera violencia a sentirse hastiado de la misma, pero sin renunciar a su noble idea de que todo en la vida es mejorable y que hay que luchar por ello.