Por cosas de la vida, la obra quedó en un cajón, y la que se estrenó fue una versión diferente. Muy diferente. Pero aquello fue el detonante de una colaboración tan feliz que no pudo más que crecer y crecer. Diez años más tarde, el resultado son varios guiones de cine y televisión y cuatro obras de teatro, cuatro, que no han hecho más que darnos satisfacciones y grandes momentos de alegría. Cuatro historias diferentes con un buen ramillete de personajes, de entre los cuales siempre tendrán un lugar especial ese Juan y ese Carlos de MITAD Y MITAD. Por ser los primeros, y por marcar el camino hacia el tipo de “personitas” que queríamos retratar. Y es que, si los dos escribimos, y los hacemos juntos, en el fondo es porque queremos a esos dos pobretones y a los que han ido llegando en textos sucesivos, con sus problemas, sus mezquindades y sus miserias. Porque nos gusta la gente de la calle, la reconocible, la que, como casi todos nosotros, intenta levantar la cabeza y seguir hacia delante de la mejor manera posible. Y cuando alguien, en más de una ocasión, debido a ese humor más bien oscuro que no podemos evitar, nos dice ¡Cómo os pasáis! , no se nos ocurre más que reír y responder (o, a veces, sólo pensar, que los hay muy susceptibles) ¡Pero, hombre, por Dios! ¿Aún no sabes que la realidad siempre supera a la ficción?
Y luego está lo que no compartimos, no porque no queramos, sino porque la imaginación se dispara que es un contento y no siempre coincidimos en lo que se nos pasa por la cabeza; como con los personajes que están pero no están. Físicamente, queremos decir. Y cuando luego lo hablamos y nos damos cuenta de lo lejos y lo cerca que estamos al mismo tiempo, no podemos más que asombrarnos y echar de nuevo unas cuantas risas. Ése fue el caso de la madre de MITAD Y MITAD, esa bestia de la naturaleza. Unos meses después de escribir la obra, alguien que la acababa de leer nos propuso un ejercicio interesante: describir cada uno por separado a esa “mamá”. Lo hicimos. Y de ese ejercicio surgió este pequeño diálogo entre autores. Dice así:
Por cierto, tú…¿cómo ves a mamá?
Yo la veo entre este mundo y el otro. Por eso, uno, a veces, tiene la sensación de que está desenfocada. Como un espectro….¡Ah!, y está gorda. Muy gorda.
Pues yo, a mamá, la veo pequeña. Pero pequeña de diminuta. Con los pómulos hacia fuera y los ojos hacia dentro. Y cerrados. Y un moño arregladito. Blanco, blanco. Y una carita verde. Y sin dientes en la boca. Y toda ella hundida entre las sábanas. Así la veo…Pero, sobre todo, yo a mamá, la veo muerta, a la pobre. Y con ganas de guerra a pesar de todo.
Y, ¿dices que, esta obra, la hemos escrito juntos?
¡Ya ves!
Sí, la escribimos juntos, a cuatro manos. Y, ¡ya ves!, diez años después, ha llegado el momento de sacarla del cajón. Diez años después de escribir negro sobre blanco oscuro, y…baja el telón, por fin toca decir ¡Que empiece la función!
Pep Anton Gómez y Jordi Sánchez
Imágenes
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