‘Políticamente incorrecto’, de Ray Cooney

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Cierto día, Edmundo kean, el gran actor inglés del siglo pasado, aprovechó que se encontraba en la cama rodeado de sus discípulos y al mismo tiempo – fatídico caso de ubicuidad- en las puertas de la muerte, para hacer eterna la frase: “morir es fácil, lo difícil es hacer comedia” Sin llegar a tales extremos, actores y actrices manifiestan a menudo que es mucho más difícil hacer reír que llorar pero, a pesar de los reiterados esfuerzos por poner las cosas en su sitio, la comedia, -escrita, dirigida o interpretada- continúa siendo el hermano pobre del teatro; los premios se los llevan casi siempre las obras seria dirigidas con seriedad y el público acaba valorando más una lágrima deslizándose por la mejilla de un actor que las que le pueda provocar un buen gag. ¿Por qué? ¿Es que quizás un actor de comedia tiene también ojos, manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos y pasiones? ¿Acaso no lo alimentan los mismos aplausos y lo hieren las mismas críticas que a los actores dramáticos? Si, pero…. Generalizando muchísimo, un actor dramático obtiene una única respuesta del público: el aplauso final. El actor de comedia recibe tantas como situaciones cómicas haya interpretado; cada gag en sí es una pequeña obra que busca recompensa: la risa del público. Cada gag es un examen y lo mejor que le puede pasar a una obra cómica es que esté repleta de exámenes. Quizás sea por esto que Grocho Marx después de actuar durante una breve temporada en una obra dramática dijese que había sido como tomarse unas vacaciones. Morir es fácil, lo difícil es escribir una nota para un programa de mano.

Imágenes

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Diseño gráfico: David Sueiro  |  Desarrollo: Axel Kacelnik