Matilde es una mujer vitalista, luchadora y con un humor mordaz como en el original, pero con renovadas ilusiones. Matías sigue siendo un extranjero perdido en su nuevo hogar, pero con otro acento. Aquí es donde las ramas son más largas, aunque menos tupidas y por ellas preferimos perdernos sin dejar de escarbar en sus terribles recuerdos. Llagados a este punto, hemos de reconocer el envenenado regalo para Concha, la hija de Matilde, en forma de secreto no por surrealista menos doloroso.
Nuestro deseo ha sido abonar, más si cabe, el texto original explotando el humor nacido del sufrimiento y, por tanto, liberador para que Querida Matilde floreciera bajo el sol de la esperanza y el amor.
Antonio Albert y Juan luis Iborra
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